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jueves, 14 de abril de 2011

Tríduo Pascual



JUEVES SANTO
Este día es de verdad santo. Celebramos aquella Cena del Señor en cual Él vivió por adelantado su propia muerte entregando su vida por nosotros, y nos dejó para siempre el don admirable de su presencia permanente. Gracias a la Eucaristía, el sacrificio de la Cruz no es un hecho del pasado. Su amor y su entrega son un acto permanente al cual podemos acercarnos y del cual podemos alimentarnos como los primeros discípulos. Para garantizar el Sacramento de nuestra fe Jesús instituye también en este día el sacramento del sacerdocio. En esta época de poca generosidad humana, podamos por el aumento de vocaciones sacerdotales.
VIERNES SANTO
La muerte de Jesús en la Cruz nos descubre el rostro de Dios y nuestro rostro. Su muerte terrible nos manifiesta la gravedad de nuestros pecados. El Creador maniatado, el Juez juzgado, el Justo condenado, el Hijo de Dios blasfemado, la Vida rechazada y muerta en un madero. Todos hemos puesto nuestras manos en esta muerte cuando nos hemos olvidado del amor de Dios, cuando nos hemos dejado dominar por las cosas de este mundo y cuando no hemos querido ver el dolor de nuestros hermanos. Esa Cruz a la cual está clavado Jesús, es la Cruz de nuestros pecados, la Cruz de nuestro orgullo y de nuestras ambiciones, y la Cruz de nuestros olvidos y nuestras cobardías. Pero el Calvario es también lugar de vida, de esperanza y del perdón. Al morir Jesús por nosotros en la Cruz, nos manifiesta el corazón y verdadero rostro de Dios, que es Padre, no Juez.
SÁBADO SANTO
Jesús ha muerto verdaderamente, él ha entrado en más profundo abismo, en el reino de la muerte. Con su Resurrección Jesús ha quitado la amargura mayor a nuestra muerte. Nosotros sabemos que nuestra comunión con el destino de Jesús sobrevive a la muerte. Cristo es nuestra vida y nuestra resurrección. Desde esta convicción, la Iglesia vela en este día su sepulcro y espera preparando los ánimos de los fieles para la gran celebración de la Vigilia Pascual.
DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
Magdalena y Juan fueron los primeros en creer en el resucitado, porque fueron los primeros en amar. A María Magdalena se le había perdonado mucho, porque había amado mucho; Juan era el discípulo amado del Señor. Los dos eran discípulos por amor. Si nosotros queremos resucitar de nuestras inmensas trabas materiales, si queremos vivir como personas resucitadas, tenemos que poner a nuestro cuerpo las alas del amor de Cristo resucitado. María Magdalena corrió la primera al sepulcro, cuando aún estaba oscuro el día, y su alma estaba también triste y oscura, pero el amor le daba luz y alas para llegar a su amado. Juan corrió más que Pedro y, en cuanto vio el sepulcro vacío, creyó en la luz y en la vida de su amado Maestro.
Con la celebración de la Vigilia comienza el Tiempo Pascual. Celebrar la Pascua es empezar a vivir ya en este mundo de otra manera, poniendo como motor de nuestra vida, la misericordia y el servicio en bien de los más necesitados.

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